Nuestros ojos se ha atrofiado y son incapaces de ver a Dios en las cosas. Aun así, todo lo sagrado que un día existió para dar sentido al hombre, sigue latente bajo las figuras del presente, mostrando sus destellos de verdad a través de formas eternas manifiestas en gestos inconscientes; luces ajenas a la consciencia material del mundo. Paradójicamente, en estos tiempos seculares, es cuando lo sagrado interpela a nuestra mirada con más fuerza que nunca. Y esto se debe a, tal y como nos explica el teólogo Pérez Gutiérrez en su libro La Indignidad en el Arte Sagrado, la revolución de un nuevo arte sagrado. Una revolución que se llevará a cabo a partir de los ojos que van a contemplarlo. Pérez continúa su explicación alegando que los ojos que se abran a la expresión de lo sagrado querrán ver un rostro sobrenatural que corresponde con lo que tienen en sus entrañas dibujado (1961, p.128)
Es así que el homo religiosus, tal y como lo denominó Mircea Eliade, en cuanto artista y espectador, busca en lo invisible el sentido existencial que le acecha y le persigue. Un deseo de sentido que se sublima en una angustia interminable. Pues el misterio místico pone a prueba a todas las miradas que buscan la única verdad posible; la de lo absoluto. Porque ni siquiera el ateísmo nihilista de la postmodernidad ha podido parar el ansia de mirar de los ojos que sienten a Dios.
En el pasado, lo sagrado emanaba de la tensión entre el misterio y el espectáculo; entre el “más allá” que se intuye y el “más acá” que se ve (Pérez, 1961). Pero el dogma de la Razón dejó sin profundidad al misterio volviéndolo todo espectáculo. Si miramos al arte contemporáneo a través de la óptica del pintor Wassily Kandinsky veremos toda expresión artística actual como la hija de su tiempo y a la madre de nuestras emociones (1911). Bajo el escrutinio de esta lente expresionista, llegamos a la misma conclusión sobre el arte moderno que Pérez Gutiérrez: el arte de hoy está hecho de pura inmanencia irrespirable, con la capacidad de reducir al misterio a tema (1961).
En este contexto inmanente, los artistas de hoy ya no caminan con sus obras los senderos de los símbolos que llevan hacia Dios, sino que se que pasean gentilmente por los atrios de los templos dejando tras de si expresiones arbitrarias de lo trascendente. Y este arte, todo en sí espectáculo y nada de misterio, es intolerable. Pérez Gutiérrez nos invita a negarnos a toda esta plástica vacía de simbolismo y a “despejar el terreno” de la figura presente para dar paso a la forma eterna (1961). Y aunque el misterio siempre necesitará del espectáculo para acercarnos hacia la verdad de lo absoluto, son finalmente los ojos de los fieles y su mirada colectiva la que darán sentido y propósito a la tensión entre nuestro mundo material y la realidad del más allá. Una tensión simbólica que sólo el artista podrá poner de nuevo al alcance de la mirada de los hombres a través de un nuevo arte sagrado.
Roman Perona
Pérez Gutierrez, F. (1961) La Indignidad en el Arte Sagrado. Guadarrama
Eliade, M. (1981) Lo Sagrado y lo Profano. Guadarrama
Kandinsky. W. (1996) De lo Espiritual en el Arte. Paidos Ibérica