Pensar en la luz más allá de los máximos históricos de su precio, no es material para titulares, debates y berrinches en las redes sociales. No digamos ya reflexionar sobre la metafísica de la luz, y muchísimo menos escudriñar el misterio espiritual de este fenómeno electromagnético. Hablar de la luz, la que no tiene precio, no forma parte de nuestra cotidianeidad; desgraciadamente.
Lo increíble es que, a pesar del prohibitivo coste de la energía eléctrica y de lo poco trendy que es poner el foco cognoscitivo en la transcendencia de la luz, el Ayuntamiento de Madrid ha decidido organizar un festival dedicado a este fenómeno inmaterial; el LuzMadrid.
Como estudioso de la luz he querido reflexionar sobre algunos puntos ciegos detectados en esta congregación de luminarias artísticas a través de algunas preguntas: ¿Qué sentido tiene desplegar instalaciones lumínicas en una ciudad como Madrid, ya de por sí sobreiluminada? ¿Qué pueden añadir estas candelas digitales al lumen artístico y cultural del foro? ¿Logrará este festival arrojar alguna luz sobre las sombras existenciales del madrileño postmoderno?
Es fácil detectar, tras un primer vistazo, la superficialidad de las intenciones culturales expuestas en la página web del festival. La descripción deja de manifiesto el carácter superfluo y hedonista de un programa cargado de piezas totémicas cuya finalidad parece ser embotar la vista y flashear las pasiones de los viandantes. Por eso, para un ojo avizor, resulta inevitable entrever en los fuegos fatuos de LuzMadrid un puro acto de manipulación comercial maniobrado por el ayuntamiento de la capital.
El filósofo Alfonso López Quintás explica magistralmente en su libro La Tolerancia y la Manipulación como todo manipulador busca seducir al hombre con torrentes de estímulos orientados a los sentidos, sin una intención racional, relacional o creativa. Quintás utiliza en su análisis el texto El año pasado en Marienbad de Alain Robbe-Grillet para revelar la manera en la que el manipulador quiere acabar con el «mito de la profundidad» mediante la fascinación del espectador, el cual se «deja llevar» fácilmente por sus sentidos para situarse en un plano de pura sensibilidad, de sentimientos espontáneos y superficiales (Quintás, 2021).
Es muy probable que el espectador de LuzMadrid, si es de mirada superficial, quede obnubilado ante tal despliegue de artimañas luminiscentes carentes de profundidad creativa. Por otro lado, el urbanita, que busque saciar su afán de conocerse a sí mismo, no obtendrá, como avisa López Quintas en su libro, ninguna plenitud interior bajo los focos de estos trampantojos digitales.
Parece que este evento paniaguado desde Europa quiere apagar la llama idiosincrática de un Madrid culturalmente autoluminiscente para encender sobre las fachadas de la capital reclamos luminosos de estética prostibularia, quizá con la intención de atraer un turismo digno de Las Vegas.
Lamentablemente, este festival de luz tiene un sentido oscuro y obvia, seguramente a propósito, las infinitas posibilidades creativas de los amaneceres y de los ocasos matritenses. ¿Acaso la luz del otoño en Madrid no merece ser contemplada? ¡Pues claro! porque la luz otoñal, lejos de pasar a un segundo plano, se vuelve el foco principal que transforma el gris de las aceras, redibuja los edificios y las plazas y moldea el frenesí metropolitano para hacerlo más introspectivo y memorable.
Por eso, los madrileños no se merecen un festival de efectos de discoteca cuya factura pagará el asfixiado contribuyente. Se merecen un arte que ilumine su ciudad con esa luz que no tiene precio.
López Quintás, A. (2021) La Manipulación al Descubierto. Cómo salvar nuestra creatividad y nuestros valores. Colección Fundación López Quintás.